domingo, mayo 04, 2025

Historias neuquinas: Balsa Huitrín, la última de la provincia

Está ubicada en un paraje distante 50 kilómetros de Chos Malal, sobre la ruta provincial 9. Cumple una función muy importante para los pobladores del lugar y cada vez más turistas se acercan a experimentar el cruce del río Neuquén a bordo de esta embarcación.
En un rincón recóndito del Alto Neuquén funciona la última balsa de la provincia: vestigio de una historia que tuvo su apogeo a mediados del siglo pasado, cuando la extracción del carbón estaba en auge y el paraje Huitrín formaba parte de la mítica ruta nacional 40.
La explosión en la mina San Eduardo hace 74 años y el traslado de la traza nacional hasta su actual emplazamiento, varios kilómetros al oeste, motivó el éxodo masivo. Hoy, sólo habita en el lugar un puñado de crianceros para los cuales la balsa manual, a tracción, es el único medio para cruzar el río Neuquén y continuar por la ruta provincial 9 hasta el empalme con la ruta nacional 40 o la ruta provincial 7.


La tranquilidad del lugar sólo se ve alterada por el cruce de la embarcación, que demanda aproximadamente 10 o 15 minutos y funciona todo el año para garantizar que los pobladores accedan a la salud, realicen trámites o compras en localidades como Chos Malal o Buta Ranquil.
Hay quienes desvían el camino en su paso por el norte neuquino sólo para experimentar el cruce del río Neuquén en la última balsa que existe en la Provincia. Además, aunque el flujo vehicular sea acotado fuera de la temporada estival, los balseros cumplen un rol fundamental todo el año para los pobladores del sector.


Actualmente funciona de 8 a 12 y de 14 a 18 ya que suelen cambiar de horario en invierno. La operación está a cargo de tres operarios contratados por la empresa que presta el servicio, mientras que el mantenimiento corre por cuenta del distrito 3 de la Dirección Provincial de Vialidad.
Miguel Ulloa es uno de esos operarios. Trabaja en la balsa desde hace 9 años, pero conoce el lugar desde hace cuatro décadas: la familia de su esposa tiene un puesto frente al río. Reside en Chos Malal pero tiene un diagrama de 10 por 5 que lo mantiene varios días lejos de su casa. No se imagina cómo será su vida cuando ya no se dedique a esto. Cuenta entre risas que tal vez vuelva a Huitrín para escaparse del ruido de la ciudad. Le gusta la tranquilidad del lugar, los paisajes -según él, de los más bonitos de Neuquén- y el cielo en las noches: sin luces que contaminen la visual, es como un mar de estrellas.


En los últimos tiempos le ha llamado la atención la cantidad de turistas que eligen la balsa para cruzar los 75 metros de una margen a otra del río: muchos llegan en moto o en vehículos particulares. Varios provienen de otras provincias y visitan Neuquén por sus destinos cordilleranos. Pero el desvío en la ruta provincial 9 los tienta, porque en ciertos casos les permite ahorrar kilómetros, y deciden experimentar el cruce en barca.
La balsa es de hierro. Pesa 45 toneladas y transporta hasta 25 toneladas. El año pasado soportó dos crecidas impresionantes, de esas que quedan grabadas en la retina de quien las vive y obligan a recordar por qué obtuvo su denominación el río Neuquén, impetuoso, altivo. A partir de ese momento, trasladan solo vehículos livianos para cuidar la embarcación hasta el próximo mantenimiento.


Mientras los días se acortan, la balsa sigue funcionando como un silencioso testigo del paso del tiempo en un rincón del Neuquén profundo, que resguarda la identidad e historias que merecen ser contadas.

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